miércoles, 6 de febrero de 2008

Las restricciones del ingreso irrestricto

Por José Guillermo Godoy (*)


especial para Agencia NOVA


Según Marcos Aguinis, desde hace décadas, los argentinos transformamos en tabú el tema del ingreso irrestricto. No se puede ni siquiera analizar. Quienes apenas insinúan alguna variación, reciben el automático anatema de reaccionarios. Por mi parte, so pena de esta obcecación, que habita como un dogma en el macrocosmo político universitario, me animaré a razonarlo desde una perspectiva abierta y crítica. Y que mejor época que ésta, en donde los jóvenes, que finiquitan sus estudios secundarios, comienzan a avizorar la carrera a seguir el año entrante, o a prepararse, según la disciplina elegida, en los cursos de ingreso de los meses de febrero y marzo.En el altercado estudiantil argentino, ingreso “irrestricto”, brinda disímiles ataderos conceptuales, según sea la “afinidad electiva” que se perciba.
Para algunos, ingreso “irrestricto/mayor número de alumnos”, se vincula con ideas como de “democratización/igualdad”. Para otros, el mismo concepto está relacionado con “baja calidad/despreocupación”. En este último caso, “examen de ingreso/calidad/excelencia” parecen constituirse como conceptos que se atraen.La forma más eficiente de mejorar la aptitud del debate, sobre este tema, es “desanudar”, esas supuestas afinidades electivas de dichos conceptos. Como veremos, ni el ingreso irrestricto mejora la igualdad de las posibilidades de inserción de los ingresantes a las Universidades; ni los exámenes de ingreso se enlazan, necesariamente, con el mejoramiento de la calidad o excelencia académica. Numerosas instituciones universitarias tienen limitado su ingreso y no por ello su calidad resulta tan evidente.Hubo un momento, en que el ingreso irrestricto sirvió para romper el monopolio de una limitada franja social, con censuras en las cátedras, bolillas negras en los concursos e impúdicas discriminaciones étnicas y clasistas, tanto para los estudiantes como para los docentes. “El ingreso irrestricto fue un antídoto contra la ponzoña de los cavernarios” (Aguinis). De manera, que se mantuvo la noción generalizada, de que ingreso irrestricto es sinónimo de justicia.
Así de claro, como de discutible. Sin embargo, habría que plantearse varias cuestiones: en alguna parte de la Universidad, ¿es exitoso el ingreso irrestricto? Vale tomar como ejemplo a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Tucumán, la más grande del norte argentino, que cuenta en su haber con 17.000 inscriptos y un ingreso de 6.000 alumnos anuales. El ingreso irrestricto, ¿mejoró la calidad academia en esa facultad? Como alumno de esa casa de estudio, debo decir que, lamentablemente, no. El ingreso irrestricto, ¿bajó el nivel de deserción? Definitivamente no. De 6.000 alumnos ingresantes, solo la mitad pasa a segundo año.
Cuestiones con la calidad académica y la deserción.
Para una postura, masividad es inversamente proporcional a calidad académica. Lo cual, en gran parte es cierto. Ningún establecimiento, está en condiciones de brindar excelencia cuando se atiborra. Está comprobado que para dar buenas clases, el número de alumnos por curso no puede superar los 25 ó 30 cursantes. ¿Por qué? Porque, como sostienen destacados maestros de la pedagogía, dar clases no consiste en que un profesor sea parte ante cientos de alumnos y hable durante una hora y media o dos. Eso no es dar clases. Eso es dar conferencias, donde la participación del público es mínima. Una clase bien dada, consiste en que el profesor plantee temas a los alumnos, que los estimule a su razonamiento y contribución. Un buen profesor dicta clases que van más allá de lo que necesariamente tienen que leer los alumnos como lecturas obligatorias.
Sin embargo, es peligroso, que éste sea el único argumento a favor del examen de ingreso, pues implicaría, considerar al examen como un elemento exclusivo de eliminación, para que unos pocos estudien mucho y bien. Los cursos de nivelación y exámenes de ingreso, tienen otros objetivos.
Al problema de la masividad, los sectores llamados progresistas, responde con la propuesta de un mayor presupuesto universitario. Hay que elevar la oferta, y tornarla acorde a las exigencias sociales. Es decir, más presupuesto para más aulas y profesores. Sin embargo, es una lástima que este tema no sea tan sencillo. Equivocan el enfoque. Presupuesto universitario, que es inversión y gasto (pues toda inversión, en un primer momento, implica un gasto), tiene que estar destinada a incentivar las condiciones de preparación del alumnado y de los sectores docente, y a mejorar la calidad y situación de estudio de aquellos que tiene ganas de estudiar y que efectivamente estudian, o de aquellos que tienen ambiciones de estudiar, y por cuestiones económicas, no lo pueden hacer. El dinero no debe estar sentenciado a engrosar, la caja de la burocracia universitaria, y de la militancia rentada. Además, por más alto que sea el presupuesto, el examen de ingreso siempre será necesario, pues este último tiene otros objetivos, como veremos más adelante.
En fin, los sectores llamados “conservadores” resuelven el problema de la masividad, con exámenes de ingreso y cupo. Los sectores llamados “progresistas” con mayor presupuesto. Ambos equivocan el enfoque.
El estudio llamado P.I.S.A (Programme for Internacional Student Assessment), realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), es uno de los más importante en cuanto a escala y profundidad. Sus resultados, muestran que en la Argentina el 69% de los jóvenes de 15 años no puede comprender textos extensos o relacionar cortos con distintos temas. Tales resultados, corroboran las quejas de varias universidades e institutos terciarios, acerca del bajo nivel de los alumnos que quieren ingresar en ellos. Aquí reside, creo yo, el quid de la cuestión. En la Facultad de derecho de la UNT, las agrupaciones mayoritarias se oponen a la introducción de un examen de ingreso o cursillo de nivelación, por que consideran que este ya está dado en el mismo primer año de la carrera, en donde los ingresantes, cursan materias de estricto carácter propedéutico. Paradójicamente, las agrupaciones que basan sus campañas en el ingreso irrestricto, son los propulsores de la barrera más perniciosa para el alumnado. De cada 6000 ingresantes en la Facultad de Derecho, menos de la mitad pasa a segundo año. Y esto se debe, principalmente, a que los estudiantes, con nivel académico bajo, dado por el apresto secundario, se topan con materias de contenidos universitarios. Evidentemente, es problema de la escuela media. Pero, ¿que debemos hacer desde los estratos universitarios? En fin, darles a los estudiantes una herramienta, para que con ella, acerquen su nivel al universitario, y de ese modo estén más preparados para el cursado. Las materias de primer año de la Facultad de Derecho, así sean de carácter propedéutico, tienen estricto contenido universitario. Vale decir, son parte de la misma carrera. Jamás podrían funcionar como exámenes de ingreso o cursos de nivelación, por que un auténtico curso de nivelación, debe contener un nivel intermedio. Ni secundario, ni de grado.
Que un examen de ingreso (así llaman las agrupaciones mayoritarias a primer año), tenga contenido universitario, es una crueldad académica, traducido en la práctica como, la restricción más grande al alumnado. Sin embargo, incongruentemente, éstas cofradías, que supuestamente están en contra del examen de ingreso y del cursillo de nivelación, por considerarlas medidas restrictivas, que solo sirven como un burdo obstáculo para el publico universitario, apoyan esta mesura. Esto demuestra que sus propuestas, se basan más en la demagogia, que en la razón.
Conclusión.
En nuestro país, el ingreso universitario, es un campo de análisis poco estudiado, que solo funciona como generador de grandes debates en los medios de comunicación. Por su parte, el ingreso irrestricto, tiene como principio fundamental, brindar la igualdad de oportunidades en el acceso a la universidad, a todos los egresados del nivel medio. Pero, al no tener políticas compensatorias de las diferencias de base, hay un gran porcentaje de alumnos que desertan del sistema. El aumento de la matrícula como consecuencia del ingreso irrestricto, no significa una mayor cantidad, y mucho menos calidad, de graduados. Como queda claro, el fin del examen de ingreso, no es reducir la masividad, por más que sea, en algunos casos, una consecuencia indirecta de su implantación, sino principalmente crear las herramientas, para acercar la escuela media a los ámbitos universitarios y de esa manera aumentar la calidad de estudio y bajar la deserción. Es precisamente una medida en contra de las propias restricciones del alumno, signada por su pobre condición académica, provocada por su paso por la escuela media. Desde luego, deberíamos hacer exámenes trasparentes y quitarles el odioso habito del eufemismo.
En fin, el examen de ingreso, es una medida a favor del alumno, y no en contra de éste.


(*) Es estudiante de Derecho de la Universidad Nacional de Tucumán.Secretario de Asuntos pedagógicos del Centro Único de Derecho de la UNT, por la agrupación FED pro.Presidente de CEIN TUCUMÁN.Integrante del programa de líderes locales de la Fundación Atlas 1853.

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